lunes, 12 de julio de 2010

¿Cielo o infierno?



Hoy me hicieron vía Facebook la siguiente pregunta: ¿si murieras hoy, a dónde irías, al cielo o al infierno? No niego que es una pregunta interesante, aunque tendenciosa, provocativa y con una doble intención; primero que nada, es provocativa por que quien me la planteó sabe que soy ateo, y la doble intención es, probablemente para tratar de convertirme o pretender que me desdiga de mi forma de pensar y proceder en este mundo. Dice Richard Dawkins que no le gusta discutir con teólogos y creyentes, porque sería como pedirle a un Geógrafo que discutiera con un promotor de que la Tierra es plana, todo un absurdo. Sin embargo, responderé de todas formas:

Para empezar, puede haber varias respuestas a esta pregunta, primero que nada, si concedo que existe Dios, antes tendría que responder, ¿Cuál Dios? Si creo en Zeus y demás pléyade de dioses entonces al morir iría al Hades, lugar seccionado en muchas partes, en donde destacan los Campos Elíseos (algo así como el cielo en la mitología judeocristiana) o el Tártaro (el Infierno, pues), en fin, dependiendo de mi comportamiento me iría a unos de esos dos lugares.

Si los dioses chidos fueran los Nórdicos, entonces me iría a echar unas chelas con Thor y Odín en el Valhalla (como que me late más ahí).

Lo más probable, como mexicano que soy, es que al morir tardaría mi alma cuatro años en llegar a Mictlan pasando además por varias pruebas.

En fin, la pregunta en nuestra cultura occidental obviamente hace referencia a la religión judeocristiana, no me ceñiré a ninguna de estas sectas en particular (Testigos de Jehová, Mormones, Católicos, Gedeones, etc.), así que responderé de manera general: si existe ese Dios y es el bueno, pues obviamente me iría al Infierno simplemente por haber, más que dudado, negado su existencia y por haber promovido eso precisamente; sabemos que el señor Yavhé (o Jehová, cómo gusten) es egoísta, vanidoso, celoso y que le gusta la violencia (Consulten su Biblia para mayor información, con especial atención al Antiguo Testamento), así que estaría regodeándose en mi sufrimiento y el de los demás que nos atrevimos a dudar de su existencia, tal es su “bondad”. ¿Qué si no me da miedo eso? Cuando era niño me habría dado muchísimo miedo (de hecho, me dio); pero la cuestión es que no existen evidencias de que tal Dios exista, las pruebas de su realidad son las mismas que le podríamos atribuir a Thor, Tezcatlipoca, Zeus, Alá, Cthuluh o a Darkseid (Bueno, estos dos últimos no).

Como ateo, la respuesta honesta es: No sé que pase después de la muerte, todo mundo desea que exista una trascendencia de la conciencia, una parte en mi así le agradaría, me encantaría volver a ver a Jorge, mi hermano mayor, quien murió en un trágico accidente cuando tenía solamente veinte años y poder tomarme unas cervezas con él, también me gustaría conocer a mi bisabuelo materno, poder charlar de nuevo con mi papá mientras escuchamos sus discos de ópera, también me gustaría mucho escuchar los cuentos maravillosos que mi abuela paterna nos contaba a la hora de la comida o ver de nuevo a mi tío Germán, quien me inculcó parte de mi afición a los comics; sin embargo, no existen pruebas de que esto sea posible; se habla de energías cósmicas y de diversas índoles, pero hasta ahora no existe manera de medir esas “energías mágicas”, ni evidencia comprobable de que esto sea verdad, sólo testimonios aislados que generalmente han resultado ser alucinaciones o malas interpretaciones a ciertos síntomas biológicos (chéquense el libro de Carl Sagan “El mundo y sus Demonios” para mayor información).

Así que, ¿Qué pasa después de la muerte? Sería la pregunta a responder. Bueno, me agrade o no, hasta ahora la mejor respuesta que he encontrado es que no pasa nada, sólo tenemos esta vida y se acabó, it’s over, Kaput! C’est tout C’est fini.

Cierto que esta idea a muchos les puede parecer terrible, incluso mucho peor que irse al Infierno, a mí tampoco me agrada mucho, sobre todo porque me considero un adicto a la vida, pero el hecho de que me agrade o no, no implica que una creencia de tipo mitológica, por muy fuerte o arraigada que esté, sea verdadera. ¿Qué nos queda entonces?, ¿tirarnos a la desesperación?

Esa puede ser una opción, pero tampoco me agrada, así que más que preocuparme de que pasará cuando muera, considero que es mejor preocuparnos de que hacer mientras estamos vivos, ya lo dijo Epicuro (parafraseado de la Máxima Dos): “La Muerte no nos incumbe, ya que es la ausencia, y mientras estemos aquí, la muerte no está con nosotros, y cuando ésta llegue, nosotros ya no estaremos”.

Así que, si existe Dios, nos vemos allá abajo, no estará tan mal después de todo, estaremos en buena compañía: Bertrand Russell, Nietzsche, Aristóteles, Sartre y las mejores bandas de rock; así que, como ven, no tengo mucho de qué preocuparme.

lunes, 17 de mayo de 2010

Una muy seria Apología al humor satírico.

Hoy, una amiga muy querida me dijo que me estoy volviendo intolerante ante las posturas religiosas, la verdad escuchar eso duele, y más porque esta amiga mía me demuestra con esto su afecto al decirme la verdad de lo que piensa sin pelos en la lengua, por eso se lo agradezco mucho.
La razón de que me haya dicho esto es por un reciente debate en donde yo afirmo que es válido burlarse de la religión, aunque yo enfaticé que este tipo de humor es más con la intención de hacer sátira, así que considero importante definir y entender que significa dicha palabreja, vayamos a una fuente accesible por todo mundo, la todopoderosa Wikipedia: La sátira es un subgénero lírico que expresa indignación hacia alguien o algo, con propósito moralizador, lúdico o meramente burlesco. (http://es.wikipedia.org/wiki/Sátira) y más adelante concluye: En la sátira los vicios individuales o colectivos, las locuras, los abusos o las deficiencias se ponen de manifiesto por medio de la ridiculización, la farsa, la ironía y otros métodos; ideados todos ellos para lograr una mejora de la sociedad.De tal manera que mi mofa hacia las creencias de muchas personas viene precisamente de esa indignación que siento al ver los grandes crímenes cometidos por la religión en general, ante el abuso de poder, la mala información, la impunidad, el desprecio a toda idea diferente a la suya y un largo etcétera; de tal forma que mi humor, la sátira, se convierte en una ácida crítica que es necesaria (y más considerando que soy filósofo); aunque quiero aclarar otra cosa, no he atacado a nadie de manera personal (bueno, si me he burlado directamente de Ratzinger y de Norberto Rivera, pero no soy ni el primero ni el último en hacerlo).
Ahora, dentro de esta burla que he avalado, se ha suscitado la cuestión del respeto a la creencia, a no herir susceptibilidades, cosa que se ha tomado casi como dogma, aunque irónicamente (como bien señala Richard Dawkins) esta misma postura de respeto rara vez se cuestiona cuando hablamos de cuestiones políticas, hasta los diarios tienen caricaturas políticas y todo mundo se ríe bien contento, inclusive de los políticos que pudieran caernos bien; esta exigencia de respeto a la creencia se traduce como el respeto al otro, a su individualidad, de tal manera que la religión queda inmune a la crítica, y por lo mismo, a la sátira. Creo que esto es totalmente erróneo, ¿por qué la religión debe ser eximida de la crítica? (y en este caso, de la sátira).
Como filósofo y humanista que soy, si existe algo “sagrado” (perdonen el término) para mi es la vida misma, y más cuando uno es filósofo de la ciencia con tendencias darvinistas, considero que la máxima expresión de respeto debe ser a la vida misma. Por eso me parece terrible concederle ese mismo valor de respeto a la religión, y más cuando se fundamenta en el odio y la segregación. ¿Ejemplos? Revisen el terrible asesinato del cineasta Theo van Gogh (con relación, en la foto de aquí al lado), el 2 de noviembre del 2004, un islamista holandés le disparó más de veinte veces, después lo apuñaló y finalmente lo degolló, todo por filmar un corto de diez minutos en donde aborda la discriminación y violencia que sufren las mujeres islamistas. Siguiéndonos con esa religión, la sentencia que le han dado a Lars Vilks por realizar una caricatura de Mahoma, o la amenaza que les han hecho a Matt Stone y Trey Parker, creadores de la irreverente serie South Park por dibujar a Mahoma como un oso; ¿realmente vale más en estos casos el respeto a la creencia de una religión violenta a la vida de estas personas? Honestamente no lo creo, mi balanza de valores no se equilibra. Claro que alguien podrá decirme que son casos aislados, pero, recordemos que la base del Corán es que es un texto que Alá bajó del cielo solamente para ser recitado y nunca interpretado o criticado, eso es blasfemia y se paga con la muerte, así piensan millones de islamistas. No es solo un precepto ridículo, es peligroso.
Y las religiones “occidentales” no se quedan tampoco atrás, a religiones racistas como la judía (el mero hecho de sentirse el “pueblo elegido” los erige como superiores a aquellos que no sean de su secta) no les importa el destino (ni el presente) de aquellos que no comulguen con su religión, aunque si los utilicen para sus intereses económicos; el cristianismo tiene un largo historial de intolerancia y violencia, desde el cobarde asesinato de Hipatia de Alejandría (aquí a la derecha) hasta los sacerdotes pederastas de la iglesia católica de la actualidad, pasando por la Inquisición y demás linduras por el estilo (las religiones protestantes tampoco se salvan, actos como la denigración a la mujer, a los homosexuales y a todo aquel que sea de ideología diferente demuestran este punto); irónicamente todas estas religiones coinciden en que al final, si no piensas o crees lo que ellos, estarás condenado por toda la eternidad al infierno.
Cuando alguien te desea alguno de estos males, simplemente por un dogma impuesto que se ha alejado del verdadero sentido de la vida en acto, entonces podemos parafrasear a Voltaire y su “Estoy en contra de lo que dices, más defenderé hasta la muerte tu derecho de decirlo” con un "dar la vida por nuestro derecho a reírnos de un sinsentido", algo que con los casos mencionados líneas arriba se ha vuelto terriblemente real.
Ahora, creo que sí es importante el respeto a las creencias ajena, pero cuando estas sobrepasan este límite vital, empieza el derecho del otro, del que satiriza, por que como ya deje claro, es el que critica; y sin crítica y diálogo, no puede existir respeto de ningún tipo.
Hasta ahora no he convencido a nadie de volverse ateo, y no es esa mi intención, simplemente soy consecuente con mis actos, aunque estos puedan ser erróneos, pero hasta el día de hoy no he mandado matar a nadie, ni lo he condenado por toda la eternidad (y ni se los deseo) por pensar diferente a mí.
Y nunca lo haré, puesto que la gran ventaja del pensamiento científico-racional es que es autocorrectivo basándose en la evidencia y no en absurdos mitos, así que bajo ese parámetro estaría dispuesto, humildemente, a cambiar mi manera de pensar, ¿los cristianos, judios, islamistas y demás tendrán esa apertura? y más aún, ese verdadero respeto a la identidad del otro, es un hecho que no.
Realmente me duele que esta amiga me haya dicho eso (y curiosamente ella es científica, no sé, tal vez yo sea más papista que el Papa) porque creo que las razones que he expuesto son bastante claras y abiertas a crítica, a diferencia de cualquier dogma: aunque debo reconocer y para ser congruente conmigo mismo, que tal vez mi postura de Vida contra Respeto sea también una postura dogmática e intolerante, ¿y uste’ que opina?
Espero sus comentarios.

El Nachomán!

Actualización de última hora: El pasado 10 de mayo el caricaturista Lars Vilks fue agredido físicamente en una conferencia sobre la libertad de prensa en Suiza y a Matt Stone y Trey Parker trataron de hacerles estallar su auto, viva la tolerancia, ¿no creen?

viernes, 2 de abril de 2010

¿En qué creen los no creyentes?

Generalmente, cuando uno se asume como ateo queda estigmatizado como alguien que… “no cree en nada, ni en Dios”, el eco de mi abuela (quien fue Testigo de Jehová”) aún permanece: “Esos ateos, ¿cómo pueden estar en el mundo si no creen en nada?”

Debo decir que algo hay de cierto en la primera afirmación, en efecto, el ateo no cree en Dios, pero es un prejuicio afirmar que “no cree en nada”. Entonces, ¿en qué creemos los ateos? Bueno, no puedo hablar por los demás, puesto que la postura atea no es una uniforme y dogmática como entrar a una secta, iglesia o club exclusivo (ayer unos amigos me decían que los ateos éramos tan fanáticos como los creyentes, no estoy de acuerdo, pero de eso hablaré en otra ocasión), de hecho, el asumirse como ateo es por un proceso personal en la mayoría de los casos; algunos llegan a esta postura por algún enfrentamiento fuerte o decepción con la iglesia y la religión, otros llegan simplemente por el uso de la razón y conocimientos de otras disciplinas (la ciencia y la filosofía, principalmente) y otros llegan por un poco de las dos (como fue mi caso), así que sólo podré explicar en lo que yo creo, que debe ser también una postura similar a la de muchos otros ateos.

También es muy importante definir lo que es una “creencia”, en una ocasión, una alumna mía que cree en las cuestiones paranormales y la astrología me preguntó que cual era mi signo zodiacal, a lo que respondí: “Capricornio, pero no creo en la astrología”, ella me replicó: “Creer significa Falta de Conocimiento”; no creo que sea del todo errada esa definición, pero también es una definición bastante maniquea ya que puede interpretarse de dos maneras bastante distintas, pero eso es tema de filosofía analítica que nos desviaría de nuestra propuesta; obviamente mi alumna estaba muy bien adiestrada por su chamán, gurú o quien quiera que le daba clases de seudo-metafísica, por que irónicamente, ella si “cree” en la astrología, precisamente por su falta de conocimiento en cuanto a disciplinas verdaderamente científicas como la astronomía, por ejemplo (es obvio que desconoce sobre esto, puesto que la astrología como tal no ha incorporado ese grupo de conocimientos desde los últimos cuatrocientos años, quien quiera que tenga ligeras nociones sobre la ciencia copernicana o de Galileo se encontrará con una enorme serie de contradicciones).

Prefiero una definición de “creencia” como la simple aceptación de algo cómo verdadero o real (Believe, según el “American Heritage Dictionary”) y he aquí el meollo del asunto: aceptación. El ateo difícilmente puede aceptar algo como verdadero o real en su vertiente más científica, puesto que la ciencia, para corroborar su verdad requiere de una comprobación, en otras palabras, requiere de “evidencia”, cosa que de entrada no ofrecen ni la astrología ni la religión (claro que muchos creyentes se van a poner a dar de brincos ante esta afirmación, pero en cuanto a la falta de “pruebas” que evidencian la “existencia” de Dios se requiere de un análisis distinto a este, prometo que lo haré en otra ocasión).

Ahora, a través de un ateísmo más de tipo filosófico (ojo, no estoy diciendo que toda postura filosófica sea atea, me refiero a la “filosofía atea” como tal) se necesita simplemente de la lógica y la razón para poder dar cierta validez a la creencia, basada si, en cierto orden de conocimientos y en la mayoría de los casos (al menos el mío) del apoyo de la postura científica.

Así que, ¿en creemos los ateos? Pues de entrada creemos en la evidencia corroborada de ciertos conocimientos contrastados por esos procedimientos de tipo científico y racional, así que yo puedo afirmar que creo en la redondez de la Tierra; también creemos (al menos la mayoría) en que ocurrió un Big-Bang hace millones de años dando origen a partículas cuánticas y atómicas que siguieron un proceso evolutivo bastante complejo y largo hasta el momento en el que vivimos (y todas las evidencias de estas teorías cosmológicas, cuánticas y evolutivas no requieren de un creador para poderlas corroborar empíricamente, ciertamente no podemos ver la gran explosión, pero podemos medir sus efectos).

Como ateo creo en muchas otras cosas también, creo que si dejo de respirar me moriré de asfixia, creo en el desarrollo tecnológico que me permite escribir estas líneas que hacen que muchas personas de todo el mundo puedan leerlas de manera simultanea, creo en el amor que me brindan mi familia, mis amigos y mi mascota, creo en la libertad (cosa imposible si es que hay un dios que todo lo sabe, como pueden ver en un par de artículos más abajo en este mismo blog) de dirigir mi vida y por lo tanto, y más importante, creo en mí mismo.

¿Se fijan?, creo en demasiadas cosas para ser ateo, de hecho, creo en casi todo en lo que creen los demás, aunque tal vez yo creo en una cosa menos, y puedo vivir sin eso, ¿por qué tu no?

Saludos:

El Nachomán!

2 de Abril del 2010